Parece ser que el tipo de proteínas tiene
poco influencia sobre el perfil lipídico. Algunos estudios con animales de
experimentación han comprobado que las proteínas animales aumentan el colesterol
sanguíneo y provocan más arteriosclerosis que las proteínas vegetales.
Lo que se debe tener siempre en
cuenta es que las grasas presentes en las carnes y aves son ricas en ácidos
grasos saturados y colesterol, que inciden negativamente en el perfil lipídico,
mientras que las grasas de los pescados y mariscos están formadas
principalmente por ácidos grasos de la serie w -3, de los cuales se
han probado diversos efectos protectores de las enfermedades cardiovasculares
(ver "Cómo afectan las
grasas de los alimentos sobre las grasas en nuestro cuerpo").
Por otro lado, investigaciones llevadas a
cabo en los últimos años por el doctor alemán Lothar Wendt, han demostrado que
los aminoácidos se acumulan en las membranas basales de los capilares
sanguíneos para ser utilizados rápidamente en caso de necesidad. Esto supone
que cuando hay un exceso de proteínas en la dieta, los aminoácidos resultantes
siguen acumulándose, llegando a dificultar el paso de nutrientes de la sangre a
las células (microangiopatía). Para contrarrestar este efecto y forzar a los
nutrientes de la sangre a atravesar las paredes vasculares y llegar a los
tejidos, la presión sanguínea aumenta, lo que favorece la aparición de la
hipertensión. Paralelamente, las células de los tejidos se ven desnutridas, por
lo que reclaman glucosa produciendo glucagón y otras hormonas antagonistas de
la insulina. Al caer la insulina, el páncreas debe producirla en mayores
cantidades, lo que produce sobrecarga y tendencia a la diabetes.
Resumiendo, el consumo de proteínas
por encima de nuestras necesidades produce un engrosamiento y falta de
permeabilidad de los capilares sanguíneos que conducen a la hipertensión y la
diabetes. Por todos estos motivos, debemos evitar el exceso de proteínas en
nuestra dieta.
Estas investigaciones parecen abrir
un amplio campo de posibilidades en el tratamiento a través de la alimentación
de las enfermedades cardiovasculares, que no por casualidad tan frecuentes se
han vuelto en occidente desde que se generalizó el consumo indiscriminado de
carne.
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Mantener el
consumo de carnes y pescados reducido a fin de no sobrepasar nuestras
necesidades diarias de proteínas, lo cual implica un mayor riesgo
cardiovascular. El consumo global de proteínas (de todas las fuentes) recomendado
es de un 15 % del ingreso energético diario o 0,8 gr por kilo de peso y día. |
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En general,
preferir alimentos de origen vegetal en vez de los de origen animal. No
debemos olvidar que la menor tasa de enfermedades cardiovasculares se da
entre los vegetarianos. La combinación de legumbres con arroz o soja tiene
las mismas proteínas que una cantidad similar de carne. |
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Evitar las carnes
rojas, que aportan siempre gran cantidad de grasas saturadas, y elegir, en
cambio, cortes magros de vaca, ternera o cordero, eliminando la grasa visible
antes de cocinarlas. |
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Los embutidos y
salchichas en general son muy ricos en grasas saturadas, por lo que deberemos
evitarlos. Se pueden sustituir por jamón cocido, que ha perdido gran parte de
su grasa. |
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Las vísceras
(hígado, riñones, sesos, etc.) son muy ricas en colesterol y debemos
evitarlas. El hígado es una fuente muy importante de vitaminas y minerales,
pudiendo tomarse una porción de 100 g una vez al mes. |